Los trastornos del sueño aumentan su frecuencia en relación directa con el aumento de la edad.
Un error, es pensar que ese aumento es una variación de la normalidad.
Lo que acontece, es que el sueño disturbado, es el resultado de trastornos psicosociales y enfermedades asociadas (comorbilidad).
La falta de conocimiento, de como ciertas enfermedades, traen alteraciones del sueño, es un factor que mantiene al trastorno del dormir no estimado en su real dimensión.
No hay dudas que existe una bidireccionalidad entre los desórdenes del sueño y enfermedades como los accidentes cerebrovasculares, la depresión, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión, etc…
Todos los adultos mayores consideran que la calidad del sueño esta directamente relacionado con su salud.
En una encuesta de Gallup sobre mayores de 50 años, más de 1000 ciudadanos estadounidenses, el 80 % contestó que consideraban al sueño importante para su buena salud (43% eran mayores de 65 años).
Contra el mito que los viejos deben dormir menos, y que eso es lo esperable, el 45 % opino lo contrario y el 25 % refirió tener problemas con el dormir.
Al ser una población muy heterogénea se hace difícil su evaluación.
Para ello contribuyen también los malos hábitos, el escaso tiempo que se le otorga a la consulta, y la falta de conocimiento médico que existe sobre la problemática del sueño.
Además la medicaciones que se administran por las diferentes enfermedades tienen alta probabilidad de sumar efectos adversos que conspiran contra el sueño.
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